Kafka se convierte en la 21ª lectura de este club

Culpabilidad, aislamiento, negación de los quehaceres cotidianos, miedos y desidia son, entre otras cosas, las excusas que se desprenden de las sensaciones que el protagonista de «La metamorfosis» predica en el conocido relato del autor praguense. Y es que hay veces que ser partícipe del conocido torrente societal nos lleva a plantearnos inclusive nuestra propia existencia como humanos.

Irónicamente se dijo en alguna de las primeras intervenciones que se trata de un relato de lo más kafkiano que para nada deja indiferente al lector. Abrir la puerta de la habitación de un familiar y encontrarse a un gigantesco escarabajo es algo que, de primeras y sobre todo al leer las líneas introductorias, queda como muy chocante. Pese a que Kafka nos presenta las apreciaciones de Gregor Samsa -protagonista- desde las primeras líneas ante su nueva y estrafalaria situación. Porque ¿Qué sensaciones ofrece despertarse siendo un grotesco escarabajo? La primera de las respuestas incide en querer alejarse de la vida conocida hasta la fecha. Luego… vienen todas las demás.

Argumento sencillo que se desarrolla en tres capítulos: Gregor se despierta siendo escarabajo y la pequeña familia tiene que lidiar con la nueva situación. Trama intensa, magistral, desquiciante en un alto porcentaje de ocasiones, que se inmiscuye en los mecanismos psicológicos de la mente humana. Y que llega a preferir la transformación de los familiares rogando así por su propia supervivencia o, acaso, anhelando la decadencia.

Tal y como sucede en cada encuentro, el conjunto de los asistentes al club de lectura de Treviana salimos encantados por la disección ejercida a un clásico de la literatura universal. De nuestras cabezas, si uno se fijaba bien, se intuían hilillos de humo que describían arabescos en su ascenso a la techumbre. Porque, todo hay que decirlo, quién más o quién menos dio su punto de vista sobre un relato harto complicado y que puede o no encajar con los dictámenes que marca nuestras aceleradas vidas. Y es que un clásico literario, de por sí, y tal y como se comentó, suele encajar si no en todas, en muchas de las épocas de nuestro devenir societal. Es lo que tiene la literatura. Hay veces, que rebuscando bien, se hallan joyas como estas que quizá no estén talladas de la mejor forma, pero para eso sirve poner las cuestiones en común. En definitiva, quedó claro que hay una clara diferencia entre leer una obra sin conocer el contexto vital de su autor o autora, que conociéndola al dedillo.

Y tras las apreciaciones, tal y como acostumbra este tan saludable como numeroso club de lectura, se subrayó el evento con un más que merecido piscolabis.

La próxima y para terminar el año, será una lectura más liviana, enternecedora y que invita a la reflexión: Arrugas, de Paco Roca.

¡Nos leemos?

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