«Panza de Burro» de Andrea Abreu se convirtió en la sexta cita del recién estrenado club de lectura trevianense.
Como ya va siendo habitual, más de quince lectore/as nos reunimos el pasado sábado 28 de mayo en el centro cultural de la localidad para exponer nuestras impresiones sobre una obra que desmereció en un principio a la mayoría por mostrar un lenguaje chabacano, vulgar y propenso a romper muchas reglas de escritura.
No obstante, pese a todo se quiso indagar, rascar, profundizar…, digámoslo así, buscar bajo las piedras para intuir qué es lo que pretendía la autora al escribir el relato. Porque de todos es sabido que crear una obra literaria para nada es cosa sencilla.
Y con el paso de los minutos y las diferentes intervenciones, también valoramos la historia tinerfeña por su singular caracterización de los personajes. La visión de una niña que no dispone de límites para describir sus experiencias. Su perspectiva para nada es usual y carece de todo tipo de condicionamientos. De ahí que de primeras se pueda apreciar el relato como un vómito literario, quizá nacido de las mismas entrañas, y real; ciertamente real. Es por eso que la lectura de «Panza de burro», sin duda es un golpe a nuestro anquilosamiento social, y demuestra, no cabe duda, una maestría en describir profundos sentimientos que, por norma general, muy lejos quedan de querer ser sacados a la luz.
Lectura farragosa, pero, qué duda cabe, refleja a la perfección, aspectos afines a nuestra condición.
Y es que la literatura se debe leer, aunque no siempre esté llena de bondades. Y de esa forma, las últimas impresiones, el bizcocho y las tortillas de patata regadas con vino de la tierra, sirvieron como colofón al encuentro.
La próxima, una lectura mucho más amable:
«Caperucita en Manhattan»
de Carmen Martín Gaite.
¿Nos leemos?