La catedral de Vitoria, Toti Martínez de Lezea y el club de lectura de Treviana

Las alarmas sonaron al atardecer del pasado sábado 7 de octubre en las recónditas estancias de la catedral de Santa María de Vitoria. Algunos fatalistas pensaron desde los primeros instantes que se trataba de un robo perpetrado en esta notable construcción de estilo gótico, de un incipiente incendio demoledor o inclusive de un derrumbe de algún que otro aspecto estructural de un edificio conocido por sus defectos arquitectónicos.

Se habrá ampliado alguna fisura de algunos de los «arcos del miedo» se escuchó. O acaso robaron el cuadro de la Virgen pintado por Hernando en referencia a su amada Isabel, proclamaba el gentío que, en el ocaso, transitaba las calles aledañas al distinguido monumento.

Pero no. Por lo visto todo quedó en un susto. Según se supo después, un club de lectura trevianés se había desplazado desde La Rioja para iniciar la tercera temporada de su hábito lector. La obra a diseccionar fue «A la sombra del templo» de la afamada escritora Toti Martínez de Lezea, que acudió a la Sala Capitular para ofrecer al grupo los pormenores de un relato ambientado en la ciudad a principios del S.XVI.

El numeroso grupo descubrió entonces qué motivos llevaron a la autora a crear la novela, los aspectos más significativos de aquella época en la que se desarrolla, el oficio de escribir y sus inquietudes para con las diferentes formas narrativas que tiene en su haber, además de numerosas curiosidades relativas a la trama. Luego de la charla y tras esperar su turno, cada cual se llevó el ejemplar firmado. Un gesto que se agradeció antes de sacar la foto grupal.

Tras ella, el deán de la catedral José Miguel, convidó a un aperitivo y a unos vinos; y el grupo brindó en El Portalón, lugar destacado en la trama.

Entretanto, una vez aplacados los histriónicos sonidos de las alarmas de la catedral y antes de que el club de lectura de Treviana regresase a La Rioja, entre el gentío se vio deambular a un desconocido literato y a una mujer en silla de ruedas por las calles Correría, Cuchillería y Herrería. Se debe saber que a su paso las sirenas se accionaban inexplicablemente, las cabezas se volteaban prodigando curiosidad y no fueron pocos los que se apartaban en intentos por no interceder en caminos imprevisibles…

Se debe saber también que en el camino de vuelta a la pequeña región de los vinos, la mayoría giramos nuestras cabezas para ver arrebolarse el cúmulo de nubes que cubría la ciudad de los vitorianos.

Muchos suspiraron satisfechos al entender que la causa de aquellos encarnados escenarios provenía del sol al chafarse sobre la línea del horizonte. Por lo visto era por eso y solo por eso por lo que las nubes enrojecían sobre los edificios.

No arde, no -balbucían unos labios que se colmaban con crucifijos imaginarios-. Por lo que se ve, la ciudad no ha quedado ardiendo...

La próxima cita tendrá como protagonista la poesía y es muy probable que los miembros de este saludable club de lectura vuelvan a regocijarse con estos juegos que provienen de las palabras. Porque, a decir verdad, debemos tener todos muy claro que aquellos que leen; definitivamente saben volar…

¡Nos leemos?

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